Durante la pandemia se nos ha educado sobre la importancia de reforzar las medidas de higiene personal, lo cual es fundamental para evitar virus y bacterias que ponen en riesgo nuestra salud. También se ha hecho hincapié en la necesidad de tomar prudencia quedándonos en casa, manteniéndonos aislados de amenazas presentes en el ambiente. Sin contradecir los beneficios que estas acciones de prevención pueden tener en salud pública, es importante mencionar que llevadas al extremo pueden ser también perjudiciales para el desarrollo de mecanismos de protección frente a patógenos.
Incluso antes de la pandemia, siempre se ha dicho que tener contacto con microbios supone un motivo de alarma, de hecho, todavía sigue presente este pensamiento en muchas personas. Puede que conozcamos a alguien o lo hemos vivido en primera persona que, con un historial de alergias en la familia, los médicos aconsejaban a unos futuros padres deshacerse de la mascota.
En las últimas décadas se ha observado cómo en los países desarrollados cada vez se pasa más tiempo en interiores, sin ningún contacto con microbios provenientes de medios exteriores. No es casualidad que la incidencia de enfermedades alérgicas e inmunes en estos países haya aumentado durante las últimas décadas.
La hipótesis de la higiene
David Strachan, en su “hipótesis de la higiene” sugiere que el aumento de las enfermedades alérgicas es el resultado de entornos más limpios provocados, en parte, por estándares más altos de limpieza personal. Strachan propone que la exposición a una cierta cantidad de suciedad a una edad temprana podría prevenir posteriores enfermedades alérgicas, fortaleciendo así nuestro sistema inmune.
Se ha descubierto que el sistema inmune se desarrolla junto con el microbioma intestinal (la comunidad de microorganismos que conviven en el intestino). Eso significa que, si los bebés crecen con una exposición demasiado limitada a microbios (como los presentes en la piel de los perros o los que se encuentran en el césped de un parque) el sistema inmunológico del niño puede considerar esas partículas, tan naturales y benignas, dignas de ser atacadas.
Puppy power!
Muchos investigadores han confirmado que la exposición a un poco de suciedad (por crecer en la naturaleza o por convivir con una mascota) puede ser beneficiosa e incluso prevenir enfermedades. Por ejemplo, en 2015, tras décadas de observaciones, el investigador Fall y su equipo lograron comprobar una reducción del riesgo de asma en los niños que crecían con perros. Los bebés que conviven con animales domésticos tienen una mayor diversidad de microbios en sus intestinos (medida en sus heces) que los bebés sin mascotas.
De esta forma, podemos ver que tener una mascota podría ser beneficioso para nuestro sistema inmune como una alternativa a convivir con un entorno más natural si no tenemos la posibilidad de estar suficiente tiempo al aire libre o en contacto con la naturaleza.
Fuentes
Strachan DP. Hay fever, hygiene, and household size. BMJ. 1989 Nov 18;299(6710):1259-60. doi: 10.1136/bmj.299.6710.1259. PMID: 2513902; PMCID: PMC1838109.
Azad MB, Konya T, Maughan H, Guttman DS, Field CJ, Sears MR, Becker AB, Scott JA, Kozyrskyj AL. Infant gut microbiota and the hygiene hypothesis of allergic disease: impact of household pets and siblings on microbiota composition and diversity. Allergy Asthma Clin Immunol. 2013 Apr 22;9(1):15. doi: 10.1186/1710-1492-9-15. PMID: 23607879; PMCID: PMC3655107.
Fall, Tove et al. “Early Exposure to Dogs and Farm Animals and the Risk of Childhood Asthma.” JAMA pediatrics vol. 169,11 (2015): e153219. doi:10.1001/jamapediatrics.2015.3219
Gupta S. Microbiome: Puppy power. Nature. 2017 Mar 29;543(7647):S48-S49. doi: 10.1038/543S48a. PMID: 28355190.